Hola mi nombre es Alejandra Mosquera, hace poco que volví de Perú, concretamente Piura. Gracias a la OCDS y la beca “estades solidaries”, pude colaborar y conocer uno de los programas de los tres que llevan a cabo la Organización CANAT. (Centro de Atención para niños y adolescentes trabajadores).
Fueron dos meses en los que yo y mi compañera de viaje Carmen March pudimos sumergirnos en una cultura rica en contrastes y llena de diversidad y mestizaje.
El programa en el que estuvimos colaborando fue “manitos trabajando”, que presta servicios a los menores familias de alto riesgo de exclusión social y con una problemática social y familiar que potencia al niño en el abandono de la educación y se establece como “trabajador” o también como “miembro responsable” de otro menor. El sesgo cultural entre norte y sur se marca aquí, en nuestra cultura no podemos contemplar o lo miramos mal, que un menor trabaje. A través de las normativas y las leyes se amparan sus derechos. Pero no es la falta de un código normativo, que sí existe en el Perú que protege y limita al trabajador según la edad.(Ley 20.539), es quizás su falta de aplicación?. En todo caso existe la denuncia, la cooperación ciudadana, la sensibilización…¿Qué ocurre entonces con los niños o jóvenes trabajadores, por qué trabajar? La respuesta es simple son parte vital en la economía familiar y por ende en la subsistencia de su familia. Hablamos de un sector concreto de la población, en el caso de Piura, son poblados de extraradio, llamados asentamientos humanos. Estos carecen de agua y electricidad, son chabolas establecidas por familias pobres con economía de subsistencia, que tienen que dedicar más de 8h al día para poder sobrevivir. Esta jornada de trabajo obliga a desatender a los menores hijos a cargo y por otro lado, los potencia en formar parte de esa espiral de pobreza.
Manitos trabajando brinda la oportunidad de que las consecuencias de los jóvenes y menores trabajadores en lo relativo al fracaso escolar y el desprendimiento de redes sociales disminuya.
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